¿Por qué tengo problemas con todo el mundo?

Sep
17

Una pregunta que no llega a hacerse todo el mundo pero que estaría bien poder preguntarse en algún momento es ¿todo el mundo tiene un problema o será que yo soy quien lo tiene?

Esta pregunta no es una invitación a fustigarse emocionalmente ni a castigarse, si no a abrir preguntas para salir del victimismo en el que nos colocamos en este tipo de situaciones. “todo el mundo me hace daño”, “Todo el mundo se aprovecha de mí”, etcétera. Hacernos preguntas no implica que sea falso que hayamos pasado por este tipo de situaciones, si no que estamos dispuestos a preguntarnos por qué y a averiguar qué nos pasa a nosotros para que siempre se repita.

Tal vez, cuando la situación se repite de manera habitual uno debería de comenzar a cuestionarse qué es lo que le sucede para terminar siempre con el mismo resultado. ¿Será que escogemos a las personas perfectas para confirmarnos esta realidad que nos hemos montado de que las personas no son de fiar?, ¿Por qué será que siempre acabamos permitiendo que se aprovechen de nosotros? Y lo más importante, qué será lo que hay detrás de toda esta historia que nos vemos en la necesidad de repetirla y repetirla en la búsqueda de que algo cambie, de poder elaborar algo que todavía nos resulta desconocido.

Ésta es una situación más frecuente de lo que nos imaginamos. Muchas personas llegan a consulta con un discurso muy distinto pero con algo en común, la certeza de que el mundo tiene un problema pero yo no. A un así, no nos olvidemos que han venido buscando ayuda, por lo que suele ser un buen indicio de que algo puede que se estén preguntando, de que están sufriendo y saben que algo está pasando pero desconocen el qué.

Este discurso suele estar muy bien armado, ya que a lo largo de su historia se han “encontrado” con personas que han ido confirmándoles su posición ante la vida, víctimas que no pueden hacer nada ante lo que les ocurre, que son los otros a quienes les pasan cosas y ellos los que se ven abocados a sufrir las consecuencias tomando decisiones que a veces resultan insanas.

A su vez, hay quienes buscan la mirada o escucha de una persona imparcial para que se lo confirme de nuevo, un psicólogo que les vuelva a colocar en este lugar de personas pasivas que no pueden hacerse cargo de sus vidas pero, ¡ojo!, no caigamos en la trampa de convertirnos en guías y regalar pautas porque estaremos repitiendo su historia aunque tras ello haya la mejor voluntad.

Estaremos convirtiéndolos en personas pasivas que no se hacen responsables de sus decisiones, que buscan a otro que les indique el camino a seguir en lugar de animarles a pensar, a hacerse responsables de las cosas que les ocurren, a cuestionarse qué es lo que les pasa y por qué se produce esta repetición, qué es lo que desean.

Es un trabajo arduo, es un trabajo que hay que hacer con mucho mimo y mucha paciencia pero enfrentándoles a la realidad, señalando en su discurso, invitándoles a preguntarse por sí mismos.

 

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