Ahora mismo, nos encontramos con una sociedad que valora muchísimo que una persona se cuide y haga deporte. Uno lo puede ver en su círculo cercano, lo vemos en los medios de comunicación y toda una campaña de ¡actívate!
Claramente, tener una vida activa puede suponer un gran cambio a nivel emocional y físico, pues el deporte produce una estupenda sensación de bienestar, hace que uno se encuentre mejor con su propio cuerpo porque simplemente se siente mejor consigo mismo y se pueden prevenir enfermedades cardiovasculares ligadas a una vida sedentaria.
Si tan saludable es ¿cómo puede llegar a ser perjudicial realizar mucho deporte?
Ésta es una de esas preguntas que los que aman el deporte – a veces en exceso – se plantean acerca de sus hábitos deportivos. El problema no es hacer o no ejercicio, el problema radica en dosificar el ejercicio y ser consciente de que cuando se convierte en un exceso o una adicción puede haberse convertido en el parche que oculta otros vacíos personales.
Por ejemplo, pensemos en la vigorexia y cómo esa pasión desmedida por el deporte lo que oculta es una baja autoestima y una visión distorsionada del propio cuerpo. Uno acaba siendo adicto del ejercicio físico no por placer ni por salud, sino por compulsión, por un intento de encontrarse bien en su propio cuerpo sin saber que hay un problema emocional de por medio.
El deporte como salud deja de ser saludable cuando es desmedido, cuando uno mismo se pone en riesgo, cuando no entiende que tiene una lesión y hay que parar, cuando se machaca el cuerpo en lugar de ejercitarlo, cuando aparece el consumo de los anabolizantes en lugar de respetar la fisonomía propia, porque cada sujeto es único, cada persona tiene un tipo de cuerpo y no una masa de clones.
Soportar la diferencia a veces resulta insoportable para uno mismo. Ser individuo, ser persona en una sociedad que parece que invita a la globalización del individuo en lugar de dejarle espacio para ser uno mismo.
El deporte puede ser una herramienta para la salud física y emocional, pero sin excesos, en su justa medida. Si se llega a la adicción, habremos pervertido su fin mismo.
Fuente:depsicologia.com